Comentario sobre Paisaje con campamento (Tít. ant.: Paisaje)
Este paisaje y su
pendant (
inventario n°2303) son una muestra de la tradición paisajística flamenca de fines del siglo XVII y principios del XVIII que llenó la demanda de una burguesía que motivó una enorme producción de pequeñas obras de "gabinete". En su tipología, que incluye la arquitectura en un paisaje poblado por pequeñas figuras, hallamos ecos de las pinturas de Adriaen Frans Baudewijns (1644-1711), caracterizadas por presentar paisajes con arquitecturas donde se mueven múltiples personajes ocupados en distintas actividades como mercados y ferias, fiestas, campamentos, viajeros ante una posada o herrería, etcétera. En su realización Baudewijns contó muchas veces con la colaboración de Pieter Bout (1658 – 1719). Sus arquitecturas se destacan por la riqueza volumétrica y por los portales con arcos de dovelas muy marcadas. En su solución espacial, el primer plano es muy importante, pues allí se concentra la actividad desplegada por sus pequeñas figuras, mientras que el segundo lleva paulatinamente a una lejanía donde se ven ciudades o aldeas, entre colinas surcadas por caminos recorridos por carruajes o jinetes (1). En el
inventario n° 2303, también encontramos estas características, si bien tratadas de manera mucho más simple y con menor calidad plástica.
Pensamos que se trata de obras realizadas por un seguidor de Baudewijns. Las arquitecturas de los "borgos" que aquí aparecen han sido resueltas con cierta ingenidad y los árboles presentan una forma sumaria y elemental. La solución del plano de fondo, resuelto con suaves colinas donde a veces aparece algún elemento arquitectónico, está más lograda. Lo mismo puede decirse en cuanto a los pequeños personajes y a los animales que muestran una realización más hábil y cuidada, con una pincelada minuciosa y diestra en la representación de gestos y actitudes tanto para aquellos que se mueven en el primer plano como para los que, a caballo o en carruajes, penetran o se alejan del escenario principal.
Pertenecieron a la colección de José Prudencio de Guerrico, de la que sabemos poco. Aparecen en una fotografía del escritorio de su casa en Corrientes 537, Buenos Aires, que también fuera la de su padre (2), flanqueando la
Diana de Falguière, hoy también en nuestro Museo (3), por lo que podemos asegurar que estaban ya en nuestra ciudad antes de 1902, fecha de su muerte y posiblemente fueron comprados en uno de los diversos viajes que realizó a Europa.
por Ángel M. Navarro
(1) Y. Thiéry, Le Paysage Flamand au XVIIe siècle, Bruselas, 1953, pp. 149-150.
(2) L. de Oliveira Cézar, Los Guerrico, Buenos Aires, 1988, incluye la fotografía que mencionamos, posiblemente de fines del siglo XIX. Podrían haber pertenecido a Manuel José de Guerrico, quien regresó a Buenos Aires en 1848 trayendo una colección que hizo decir a Rosas "Ahí viene el zonzo de guerrico con sus cosas de Gringo". Sobre este asunto, véase L. de Oliveira Cézar, op. cit., pág. 31 y F. A. Palomar, Primeros salones de arte en Buenos Aires, Buenos Aires, 1962, pági. 59.
(3) Inventario n° 2766, integró la donación de las señoras Guerrico de 1938.
Bibliografía
1988. L. De Oliveira Cézar, Los Guerrico, Buenos Aires, pág. 109.
1994, AMN, pp. 19-20, reproducido.