Comentario sobre Pericón
A pocos meses de la reapertura oficial del MNBA –el 23 de mayo de 1933– los suplementos ilustrados de
La Nación y de
La Prensa registraron la noticia de la donación Juan Girondo (1846-1927). Una donación que en el contexto de la polémica que rodeó el traslado del Museo desde el Pabellón del Retiro a su localización actual –la ex Casa de Bombas de la Recoleta– aparecía como un claro apoyo a la gestión de su director, Atilio Chiappori (1).
Sin lugar a dudas, el conjunto de veinticinco obras que integró esa donación no parece suficiente a la hora de pensar el perfil de una colección. Sin embargo, uno puede sacar algunas conclusiones, entre ellas que el único artista “rioplatense” seleccionado para integrarla fue Pedro Figari, quien estuvo además representado con dos obras,
Pericón y
Patio (inv. 2578). Su nombre aparecía entre los de maestros flamencos y holandeses del siglo XVII, artistas europeos del siglo XIX y contemporáneos españoles e italianos, con firmas que iban de Salomon de Bray a Edgar Degas y Eugène Carrière, Filippo Palizzi y Antonio Mancini, además de Ignacio Zuloaga y Hermen Anglada Camarasa.
Por otra parte, la presencia de las obras de Figari en la colección Girondo señala un punto de inflexión en el coleccionismo local de los años veinte y también en lo que hace a la inserción del artista en el mercado de arte. Desde 1921, año de su primera exposición en Buenos Aires en la galería Müller, Figari se relacionó con algunas figuras que serían clave para la difusión de su pintura en nuestro medio: Manuel J. Güiraldes y Alfredo González Garaño y, ya a partir de 1925, contó con un espacio en el que ellas fueron comercializadas sistemáticamente, el de la Asociación Amigos del Arte. Precisamente, fueron las ventas concretadas allí las que en gran medida le permitieron sostenerse económicamente durante su larga permanencia en París. De esas exposiciones las obras pasaron a formar parte de las colecciones –además de las de Güiraldes y de los hermanos González Garaño– de Francisco Llobet, Enrique Larreta, Alejandro Shaw, Gustavo Pueyrredón, el Jockey Club, Minga Arteaga de Maupas y nuevos coleccionistas como Atilio Larco. Algunas como
Pampa fueron adquiridas por Amigos del Arte con destino al MNBA. Es en este contexto que deben ser pensados los Figari de Juan Girondo quien, por otra parte, tenía la suficiente familiaridad con el artista como para negociar sin intermediarios la compra de sus cartones.
Marcelo Pacheco, al delinear el perfil diferenciado de los coleccionistas de pinturas de Fernando Fader y de Figari, señala, en relación con este último, que “Figari era el modelo de la elite progresista, un pintor nacional y americano” quien “[…] ensayaba el imaginario criollo de las pampas, caballos, gauchos, recuerdos coloniales, candombes. Eran memorias ilusorias de un pasado con aires de presente, actualizado en un lenguaje moderno, desplegado en miles de cartones pintados en el taller” (2). En el caso de Juan Girondo Aramburu –casado con Josefa Uriburu Arenales– su propio “linaje” nos remite a las familias de la alta sociedad, aquellas que podían afirmar sus orígenes criollos y que podían reconocer y reconocerse a sí mismas en el campo pintado por Figari, con su recuperación de un pasado en el que revivían las tradiciones rioplatenses.
En este punto, uno debe sumar otra línea de análisis que permite ampliar la lectura relativa a la presencia de las obras de Figari en su colección. Nos referimos al hecho de que a su incorporación no debe haber sido ajeno el interés que su hijo Oliverio manifestó en fecha temprana por el pintor, de quien al fallecer en 1967 poseía también en su colección tres cartones. Probablemente la relación se haya entablado al mismo tiempo que la iniciaron los Güiraldes (Manuel y su hijo Ricardo), primeros admiradores documentados del artista (3). Y si en el caso del autor de
Don Segundo Sombra el origen de ese entusiasmo resulta evidente, sin embargo, no debe extrañar que el pintor haya sido uno de sus primeros interlocutores cuando Oliverio publicó sus
Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, obra clave de la vanguardia local.
En esta trama de relaciones y de entusiasmos compartidos por padres e hijos –donde la historia del coleccionismo se ve unida a la historia de la renovación literaria y artística de los años veinte– uno debe pensar también el lugar ocupado por Figari no solo como artista sino como intelectual. En este sentido, los años 1924-1925 marcaron el período de su mayor exposición pública en nuestro medio sea a través de sus colaboraciones en publicaciones tales como
Proa,
Valoraciones y
Martín Fierro, sea como miembro fundador de Amigos del Arte o como pensador comprometido con el destino de América Latina, tal como lo mostraron sus conferencias “América autónoma” y “Hacia la eficiencia de América”, ambas de 1925 (4).
por Patricia M. Artundo
1— Cf. “Donación Juan Girondo”, La Nación, Buenos Aires, sección rotograbado, 12 de febrero de 1933, p. 6 y “La donación de los herederos de Juan Girondo al Museo Nacional de Bellas Artes comprende 25 cuadros de diferentes escuelas y épocas”, La Prensa, Buenos Aires, sección quinta, 5 de febrero de 1933, [s.p.]. Cf. también “Movimiento de obras: desde mayo de 1933 a diciembre de 1933”, Boletín del Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, vol. 1, a. 1, enero y febrero de 1934, [s.p.].
2— Marcelo E. Pacheco, “Historia cronológica de Amigos del Arte: 1924-1942” en: Patricia M. Artundo y Marcelo E. Pacheco (dir.), Asociación Amigos del Arte 1924-1942, cat. exp. Buenos Aires, Malba- Fundación Costantini, 2008, p. 187.
3— Véase: Carlos A. Herrera Mac Lean, La exposición de Pedro Figari y una conversación con Don Manuel Güiraldes. Buenos Aires, F. A. Colombo, 1930.
4— Sobre este punto, cf. Patricia M. Artundo, “Pedro Figari y la nueva generación argentina: la problemática latinoamericana” en: IV Jornadas de Estudios e Investigaciones. Imágenes, palabras, sonidos. Prácticas y reflexiones. Buenos Aires, Instituto de Teoría e Historia del Arte Julio E. Payró, FFyL-UBA, 2000, p. 409-416.
Bibliografía
1978. CORRADINI, Juan, Radiografía y microscopía del grafismo de Pedro Figari. Buenos Aires, MNBA, il. 29, 30 y 31.