Comentario sobre El voto (boceto)
El cuadro es el boceto casi definitivo de la célebre obra de Michetti
Il voto, presentada en enero de 1883 en la Exposición Internacional de Roma y adquirida allí por el gobierno para la colección de la Galleria Nazionale d’Arte Moderna.
Para esa fecha, el artista –que se había formado en el Instituto de Arte de Nápoles con Domenico Morelli desde 1868–, aunque muy joven, gozaba ya de una fama acreditada por sus pinturas de temas cautivantes, a menudo protagonizadas por niños o jovencitas, resueltas con desenfado, llenas de luz y color, en las que la influencia de Mariano Fortuny se cargaba de sorprendente vitalidad.
Il voto representó, entonces, una decisiva evolución en la manera expresiva de Michetti, volcado a partir de ese momento a narrar con cadencias épicas –en sintonía con su amigo Gabriele D’Annunzio– episodios de la tradición popular de Abruzzo, tierra natal del pintor, documentando con rigor verista cada aspecto, incluso el más escabroso, pero infundiéndole al mismo tiempo la poderosa fascinación del mito.
Inspirado en la celebración de San Pantaleón, patrono de Miglianico, un pueblo de Abruzzo, el cuadro representa el momento más dramático de la ceremonia, cuando los fieles –para cumplir con el voto– se acercan a besar la efigie de plata del santo, “arrastrándose como reptiles” (1) sobre el piso de la iglesia, bajo la mirada de la multitud que participa del acto.
La elaboración de la pintura se remonta a julio de 1881, época en que Michetti visitó Miglianico –probablemente en compañía de D’Annunzio, quien en 1886 publicaría “San Pantaleone”, un cuento luego incluido con el título “Gli idolatri” en las
Novelle della Pescara (1902)– para documentar con el auxilio de la fotografía aquella manifestación de fanatismo religioso. Michetti concibió una imagen de amplia horizontalidad que evocara de manera absolutamente envolvente la situación ambiental y la carga emotiva inspiradas por la escena. El punto de vista bajo y el corte desprejuiciado del encuadre dan un perturbador relieve a las figuras de los penitentes que avanzan penosamente en la penumbra de la iglesia, apenas quebrada por las llamas temblorosas de las velas y la poca luz natural que se proyecta sobre el piso de la nave, y que junto con la mirada de algunos de los presentes, que se vuelve hacia fuera, deja imaginar la longitud de la serpenteante procesión de devotos. Resulta así una composición imponente y articulada, fruto de las reflexiones del artista sobre las grandes decoraciones de la pintura napolitana del siglo XVII, evocadas, sin embargo, en el plano de la analogía y no de la imitación banal.
Una numerosa serie de dibujos y estudios en pastel y témpera testimonian el profundo trabajo que supuso la realización del boceto y también del cuadro, acabado en 1882, cuando fue enviado a Roma en vista de la exposición (2). En la mayor parte de los casos se trata de cuidadosos estudios de las expresiones de muchos de los personajes que pueblan la escena, con el fin de recrear “la variedad de tipos psicológicos” y, sobre todo, “esa representación de la verdad no limitada por la descripción objetiva”, sino tendiente a sugerir “las diferentes pasiones humanas”, como ponía en evidencia Edoardo Scarfoglio en su “Cronaca bizantina” al día siguiente de la presentación de la pintura (3).
Doce de esos estudios –también expuestos en la muestra romana de 1883– fueron adquiridos por el Estado; de los muchos otros que quedaron en el estudio del pintor al menos una parte fue traída a la Argentina por Angelo Sommaruga, un refinado editor italiano obligado a exiliarse tras un clamoroso proceso probablemente por motivos políticos, cuya única riqueza al dejar Italia consistió en un baúl lleno de obras de su amigo Michetti. Cierto es que en septiembre de 1886 Sommaruga escribía al pintor desde Buenos Aires: “He vendido uno de tus pasteles” y, disculpándose por el bajo precio obtenido, agregaba: “en compensación espero poder venderte bien –muy bien– el cuadro grande” (4). No es posible afirmar con certeza si “el cuadro grande” a que aludía Sommaruga era este, pero por las dimensiones considerables de la tela y la resonancia que tuvo
Il voto en la exposición romana de 1883, podemos deducir que se trataba justamente de nuestro boceto, que en una fecha anterior a 1898 entró a formar parte de la colección de Parmenio Piñero y que fue por él legado al MNBA en 1907.
por Silvestra Bietoletti
1— Francesco Netti, “Esposizione di Roma. Note di un visitatore” en: Scritti critici. Roma, De Luca, 1980 [1883], p. 218.
2— Franco Di Tizio, Francesco Paolo Michetti nella vita e nell’arte. Pescara, Ianieri, 2007, p. 109.
3— Cf. Gianna Piantoni, “Michetti ‘poeta di cicli pittorici’” en: Francesco Paolo Michetti. Dipinti, pastelli, disegni, cat. exp. Napoli, Electa, 1999, p. 37.
4— Vito Moretti (cur.), Francesco Paolo Michetti. Inediti. Chieti, Noubs, 2001, p. 67.
Bibliografía
1898. “Nuestros grabados”, La Ilustración Sud-Americana, Buenos Aires, a. 6, nº 121, 1 de enero, p. 15-16, reprod. byn.
1907. “Un legado artístico”, Caras y Caretas, Buenos Aires, a. 10, nº 453, 8 de junio, [s.p.].