Paisaje (Tres Bocas)
Pueyrredón, Prilidiano.
Más Informaciónsobre la obra
Obra Maestra
Inventario 3188
Obra Exhibida
Sala 22. Arte argentino Siglo XIX
Prilidiano Pueyrredón regresó de Europa en 1851, se había alejado de Buenos Aires en 1835. Su padre Juan Martín de Pueyrredón, ex Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, figura central en el proceso revolucionario independentista, había optado por el exilio ante la Suma de Poder Público otorgada a Juan Manuel de Rosas. Esta decisión permitió que Prilidiano obtuviera una formación europea, sumada al conocimiento de las manifestaciones artísticas de la corte imperial brasileña durante una estadía entre 1841 y 1843. Regresaron en 1849, ante la enfermedad del padre, fallecido en marzo del año siguiente. Poco después de la ejecución del retrato de Manuelita, Pueyrredón viajó a España. Se instaló definitivamente en Buenos Aires en 1854. De la primera estadía como artista solo se conocen este retrato de Manuelita Rosas, el inacabado de Magdalena Costa, su amor rechazado, y probablemente un primer trabajo sobre el retrato de su padre. Un conjunto afectivo, si consideramos la versión de una antigua amistad infantil entre el artista y la retratada.
Es plausible que la muerte paterna haya permitido que el joven Pueyrredón recibiera el encargo, ante su insistencia, del retrato de Manuelita de una comisión formada ad hoc por Juan Nepomuceno Terrero, Luis Dorrego y Gervasio Ortiz de Rozas. Esta comisión definió el color del traje y la posición “más análoga a la moral y al rango” (1). El vestido, entonces, debería ser el “colorado de la patria federal” y la retratada “con expresión risueña” en el “acto de colocar sobre su mesa de gabinete una solicitud dirigida a su tatita. De este modo se representaba la bondad de la joven, en su sonrisa; y su ocupación de intermediaria entre el pueblo y el Jefe Supremo, en la solicitud que colocaba sobre la mesa”.
En este gran retrato de aparato, el rojo es utilizado en distintas variantes para pintar la mayoría de los objetos representados, desde el vestido a la moda reciente cortado en terciopelo, la alfombra, el cortinado, el sillón hasta el ramillete del florero isabelino. La retratada, entonces de 34 años, de cuerpo entero, está levemente perfilada hacia la derecha contrastando poco con el fondo verdoso. Los encajes blancos de la falda, discusión del artista con la comisión para mejorar el efecto visual, otorgan luminosidad en la uniformidad cromática. Un detalle es la sorpresiva nota blanca del escarpín de seda. Luce un destacado conjunto de joyas de brillantes: una diadema sobre el peinado en bandeaux que acompaña el faccioso moño punzó, collar resaltado por el espacio abierto del escote “berthe” (2), caravanas y prendedor, además de pulseras de oro con piedras preciosas y anillos en ambas manos.
El encargo tenía como objetivo su exhibición en el baile de gala en su honor, organizado por otra comisión integrada por Baldomero García, Eustaquio José Torres y Juan Manuel de Larrazábal, en el que además se proyectaba distribuir litografías del mismo a los asistentes. Un esbozo, con pequeñas variantes en el vestido, posiblemente haya sido presentado por el artista para su aprobación. El modelo es el retrato de la nobleza europea, al estilo de los que realizaban Federico de Madrazo y Carlos Luis de Ribera en España (3).
Luego del Pronunciamiento contra Rosas en mayo de 1851, los federales porteños estaban obligados a potenciar sus “expresiones federales” habituales en el funcionamiento del régimen (4). El retrato de Manuelita, aunque pertenece al universo de estas prácticas políticas, expresa, sin embargo, un cambio en el uso de las imágenes hasta entonces ocupado por la efigie omnipresente de Rosas. La imagen de Manuelita –persona estimada hasta por los propios unitarios– era postulada como la intermediaria entre el pueblo y el gobierno, es decir, auguraba la apertura a un mayor consenso. Sutilmente, Pueyrredón incorporó la presencia de Rosas no solo en la solicitud que deja Manuelita en el gabinete del padre sino también en el sillón Luis XV: en el tapizado rojo bordada en oro la inicial “R”. Este retrato es la afirmación de Manuelita como ejemplo federal del amor filial y la piedad, virtudes privadas que si eran públicas, nunca tan necesarias como ante el próximo fin del régimen.
1— José Mármol, La semana, Montevideo, 6 de octubre de 1851 en: Burlando de Meyer, 1971.
2— Sobre los detalles del vestido, cf. Marino, 2007.
3— Es notoria la semejanza con el retrato de Isabel de Borbón, en la pose y vestimenta; sin embargo, es difícil que Pueyrredón lo hubiera conocido, más aún si fue ejecutado por Ribera hacia 1850.
4— Ricardo Salvatore, “Expresiones federales: formas políticas del federalismo rosista” en: Noemí Goldman y Ricardo Salvatore (comp.), Caudillismos rioplatenses: nuevas miradas a un viejo problema. Buenos Aires, Eudeba, 1998, p. 189.
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