
El borracho
Alonso, Mateo Rufino. c. 1902
Más Informaciónsobre la obra
Inventario 6222
Obra No Exhibida
Mateo Alonso viajó a Barcelona en 1893, donde asistió al taller de Venancio Vallmitjana. A su regreso a Buenos Aires, se dedicó a la obra monumental: llevó a cabo la figura en bronce del Cristo Redentor para la cordillera de los Andes (en el límite con Chile) y dos de los monumentos a los “hombres de Mayo”, Domingo Matheu y Vicente López y Planes, en el marco del Centenario de 1810. Al mismo tiempo que trabajaba en esculturas de gran porte, modelaba en terracota (tierra cocida) en pequeños tamaños, usando la materia prima como la etapa final de su trabajo. Se trataba de personajes humorísticos, en solitario o en conjunto, en escenas profanas, que después presentaba en exposiciones de la ciudad, donde se vendían con facilidad. Estas piezas se alejaban de la tradición académica que podía tener un monumento conmemorativo con sus héroes victoriosos.
Indio moribundo fue presentado en el Salón Castillo –calle Florida 356– en 1902, año en que Alonso trabajaba también en la escultura para la cordillera. Para los escultores y pintores de fin de siglo XIX, el motivo del indio fue ineludible, pero ya no aparecía como una figura exótica teñida de romanticismo, como a comienzos del siglo, sino como un enemigo que debía ser dominado y capturado en el contexto de las expediciones de la llamada Conquista del Desierto. Sin embargo, ya en el siglo XX, los escultores comenzaron un camino de revisión de la figura del indio. Así lo hizo Alonso, quien presenta el Indio moribundo como un joven herido de muerte que, a través del sufrimiento, provoca la empatía del espectador. Unos años después, en 1905, el argentino Lucio Correa Morales realizó La cautiva, una escultura en mármol de una india y sus hijos capturados por el conquistador. En definitiva, un protagonista presentado en su último instante de vida, en el caso de Alonso, y una figura femenina embargada por la tristeza, con sus hijos expulsados de sus viviendas y alejados de sus seres queridos, en el caso de Correa Morales.
En la Exposición Universal de Saint Louis de 1904, el Museo Nacional de Bellas Artes envió esculturas de su acervo, entre ellas: Abel (yeso), de Lucio Correa Morales; Cabeza de viejo, de Arturo Dresco, y dos terracotas de Alonso, El borracho y la presente obra. Las esculturas de Alonso escapaban a las categorías que fijaba el reglamento de la exposición por su materia prima, la terracota, que los escultores utilizaban para proyectar sus trabajos, antes de pasarlos al yeso o al bronce.
1902. “Salón Castillo. Exposición de escultura”, Caras y Caretas, año V, n° 195, Buenos Aires, 28 de junio, s/p.
1939-1940. PAGANO, José León, El arte de los argentinos, tomo III, Buenos Aires, edición del autor.
1968. GESUALDO, Vicente et ál., Enciclopedia del arte en América. Biografías, tomo I, Buenos Aires, Editorial Bibliográfica Argentina Omeba, s/p.
1982. SCHIAFFINO, Eduardo, La evolución del gusto artístico en Buenos Aires, Buenos Aires, Francisco Colombo.
2005. CORSANI, Patricia V., “El Cristo Redentor entre argentinos y chilenos o la representación de la Paz perpetua entre los pueblos”, La crisis de la representación. Jornadas de Humanidades. Historia del Arte, Bahía Blanca, Departamento de Humanidades, Área Historia del Arte. Disponible en: HYPERLINK "https://repositoriodigital.uns.edu.ar/handle/123456789/3471" https://repositoriodigital.uns.edu.ar/handle/123456789/3471
2013. CORSANI, Patricia V., “Educar, difundir, conservar. Eduardo Schiaffino y la escultura argentina en el Museo Nacional de Bellas Artes (1895-1910), en María Florencia Galesio (cur.), Memoria de la escultura 1895-1914, Buenos Aires, Museo Nacional de Bellas Artes.
2021. CORSANI, Patricia V., Hacer esculturas. Proyectos, técnicas, materiales y realizaciones. Buenos Aires (1880-1904), Rosario, Prohistoria Ediciones.
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