Comentario sobre Autorretrato
Cuando el 20 de agosto de 1971 se firmó el decreto de aceptación de la donación de un conjunto de cuarenta obras que eran parte de la Colección Torcuato Di Tella, ofrecida por la Fundación y por el Instituto homónimos, se cerraban más de dos años de arduas negociaciones entre las partes. Cuestiones económicas y políticas a nivel internacional y su repercusión directa sobre la economía argentina y, en particular, sobre la empresa SIAM Di Tella, así como la pérdida del sostén económico para las actividades del Instituto, habían sido algunos de los factores determinantes para la toma de decisión institucional. Según lo informaba Guido Di Tella, en su carta al ministro de Cultura y Educación, datada el 18 de agosto de 1971 y conservada en el legajo de la donación en el MNBA, cuando en 1969 se ofreció en donación parte de la colección lo que se donaba era la mitad de su valor real internacional y se aclaraba que el ingreso que se percibiría sería destinado a financiar las actividades de investigación en ciencias sociales realizadas por el Instituto. En esa misma carta y ya frente a la evidente imposibilidad de tener una respuesta positiva de parte del Estado, finalmente se ofrecía la donación sin cargo alguno (1).
La donación comprendía un núcleo de dieciséis obras de maestros antiguos (siglos XIII a XVII) y otro identificado como de artistas argentinos e iberoamericanos, aunque en su mayoría pertenecían a artistas locales. ¿Cuáles fueron los criterios que guiaron el ingreso de
Autorretrato de Emilio Pettoruti a la colección y cuál fue el lugar que la obra ocupó en el contexto de la donación? Sin lugar a dudas, fue la opinión de Jorge Romero Brest –además de Lionello Venturi, el principal asesor para la compra de obras de la institución– la que debe haber pesado a la hora de incorporarla. A Pettoruti y a Romero Brest los unía una larga amistad iniciada a fines de la década de 1930 y ambos habían sufrido las consecuencias (negativas) de la política del primer peronismo. Los puntos de encuentro eran muchos y el primero a destacar es que ya en 1940 el ingreso de
El improvisador (1937, inv. 1769) al MNBA fue a partir de la sugerencia de tres de los críticos de mayor peso del momento, además de Romero Brest, Julio E. Payró y Julio Rinaldini. No obstante y como ha sido destacado, la mencionada amistad entró en un cono de sombras a partir de 1948 (2). Diferencias estéticas, seguramente también políticas, pero sobre todo el giro sobre sus talones dado por el mismo Romero Brest –quien se volcaba ahora a su vocación internacionalista y dejaba atrás su brega por una conciencia del artista latinoamericano– pueden explicar el distanciamiento.
Sin embargo, y a la hora de definir el perfil de una colección en términos institucionales y de dotarla de coherencia en su imagen pública, los distanciamientos, si todavía existían, fueron dejados de lado. Ya durante su gestión como director del Museo, la Asociación Ver y Estimar donó
El hombre de la flor amarilla. El poeta Hidalgo (1932, inv. 6931); al año siguiente, Romero Brest tenía en vista
El filósofo (1918) con el mismo destino y todavía en 1963 fue él quien estuvo detrás de la adquisición de
Vino rosso (1940, inv. 7229). Es evidente que el crítico tenía en claro qué obra poseía la categoría necesaria para ingresar a un patrimonio público y que tomaba sus decisiones desde lo institucional y no desde lo personal. En este sentido, habría que recordar que la estructura pensada para el Instituto Torcuato Di Tella preveía, además de la creación de los distintos centros, la de un museo de arte, de manera tal que el ingreso de obras a su colección debía necesariamente ser pensado desde ese nuevo lugar.
Pettoruti había alcanzado además un notable prestigio internacional cuando ya radicado en Francia apareció no como “asociado a” sino como un actor que había sido un agente activo de la vanguardia de la década de 1910, en un trinomio –futurismo/abstracción/ cubismo– que fue revisitado una y otra vez en distintas exposiciones europeas del período. En términos del coleccionismo local, sus obras estaban presentes en varias colecciones prestigiosas como las de Augusto Palanza, Ignacio Acquarone y Domingo Minetti, figuras de peso en el mundo económico de la época.
En otro sentido, en una colección que había recibido un nuevo impulso a partir de 1960, con su opción por el arte internacional contemporáneo y su decidido apoyo a los artistas argentinos más jóvenes, la presencia del
Autorretrato cobraba un valor singular. Si su autor podía ser pensado en una dimensión internacional, él era también un referente indiscutible en función de una lectura historiográfica de la vanguardia en la Argentina. Desde Pettoruti a Enio Iommi y Gyula Kosice, a Lucio Fontana y a los “jóvenes” como Kazuya Sakai, Mario Pucciarelli y Luis Felipe Noé, la línea parecía ser clara.
En relación con el patrimonio del MNBA, su ingreso en 1971 se sumó al de otras dos obras –
El sifón (inv. 7659) y
Dinámica del viento (inv. 7657), ambas de 1915– donadas por el Fondo Nacional de las Artes. Se incorporaban así tres piezas clave en la producción del artista y se salvaba lo que hoy podría verse como un “error”. En 1924 Ernesto de la Cárcova había propuesto la adquisición de
Pensierosa (1920) para el Museo, una propuesta que rechazada de plano puso al descubierto un cierto inmovilismo retardatario en términos de diseño de un acervo institucional que demoraría varios años en ser revertido.
por Patricia M. Artundo
1— El mismo día que se firmó el decreto de aceptación de la donación –20 de agosto de 1971– el gobierno promulgó la Ley nº 19182 por la que declaró la utilidad pública y sujeta a expropiación del resto de la colección y el 20 de octubre de ese mismo año, por decreto nº 4820, resolvió que treinta y cuatro obras fueran expropiadas. Finalmente, el 10 de abril de 1973 el Instituto firmó con el Poder Ejecutivo el convenio de compra del resto de la colección, dejándose sin efecto la expropiación. Véase: Roberto Cortés Conde, “Introducción” en: Memoria 1970-1972. Buenos Aires, Instituto Torcuato Di Tella, 1974, p. VIII-IX.
2— Luisa Fabiana Serviddio, “La polémica con Pettoruti” en: Andrea Giunta y Laura Malosetti Costa (comp.), Arte de posguerra: Jorge Romero Brest y la revista Ver y Estimar. Buenos Aires, Paidós, 2005, p. 187-201.
Bibliografía
1923. “Emilio Pettoruti”, Revista de Arquitectura, Buenos Aires, diciembre, reprod. [s.p.]. — CANDIOTI, Alberto M., “Pintores de vanguardia: Emilio Pettoruti”, La Epoca, Buenos Aires, 10 de octubre, reprod. — CANDIOTI, Alberto M., Pettoruti: futurismo, cubismo, expresionismo, sintetismo, dadaismo. Berlin/Buenos Aires, Editora Internacional (Retrato).
1926. SANIN CANO, Baldomero, “Emilio Pettoruti”, Amauta, Lima, a. 1, no 2, octubre, reprod. p. 22.
1968. PETTORUTI, Emilio, Un pintor ante el espejo. Buenos Aires, Solar/Hachette, p. 121 y 195. 1980. CÓRDOVA ITURBURU, Cayetano, Pettoruti. Buenos Aires, Academia Nacional de Bellas Artes, reprod. byn p. 31.
1987. NESSI, Ángel Osvaldo, Emilio Pettoruti un clasico de la vanguardia. Buenos Aires, Estudio de Arte, no 142, reprod.
1990. MIZES, Gabriela et al., “Emilio Pettoruti, una reflexión sobre su arte” en: Articulacion entre el discurso escrito y la produccion artistica en la Argentina y Latinoamerica, siglos XIX y XX. II Jornadas de Teoria e Historia de las Artes. Buenos Aires, CAIA/Contrapunto, 1990, p. 103-109.