
S/T
Santilli, Marcos. c. 1972
Más Informaciónsobre la obra
Inventario 8508
Obra Exhibida
"Museo secreto. De la reserva a la sala" - Pabellón de exposiciones temporarias
La obra de Josefina Robirosa ha transitado, luego de una fase abstracta (1), los límites entre esta y la figuración tanto cuando exploró los movimientos de la figura humana en listas paralelas y ondulantes de cromático cinetismo, como cuando indagó la representación de la naturaleza. Se ha señalado la presencia de una conciencia o estética de la escisión, es decir, la noción de la pérdida del hombre de su plenitud con la naturaleza para la obra que inició a fines de los setenta. Lectura sugerente compartida, entre otros, por Jorge López Anaya y Elsa Flores Ballesteros (2), pero que otorga una carga existencial a una pintura fundamentalmente sensible, resuelta en el propio hacer artístico más que en una reflexión sobre el ser. ¿Paisaje? ¿Naturaleza? En los límites difusos entre el género pictórico y la vista topográfica se encuentran obras como Picada donde el enorme y único bosque terrestre se dirige al abismo, como hundido bajo el peso del propio follaje o como una atracción irrefrenable. Es esta combinación de naturaleza y abismo lo que permite que su obra pueda interpretarse desde un romanticismo panteísta. La “serie de los bosques” se inició a partir de dibujos de mediados de los años setenta, fueron algunos expuestos en la galería Bonino en 1978 y otros en Rubbers en 1981 (3). Si tenemos presente la composición en cubo de algunos “bosques”, perdura en Robirosa la abstracción como pensamiento de obra. En el caso de Picada la enorme zanja, una diagonal, escinde la pintura en dos bloques de volúmenes verdes. Si uno observa los distintos “bosques” percibe que además de trabajar con rupturas en la naturaleza –que permiten una interpretación de la acción humana sobre la tierra– hay también una búsqueda de tono y matiz diversos en cada una de las pinturas, particularmente cómo la luz actúa sobre un color aparentemente homogéneo, generando una secuencia visual que la observación de una obra única no permite calibrar en su plenitud. La pincelada corta, en su caso una rápida coma de trazo seguro, y la presentación de la naturaleza como una reflexión sobre el lenguaje pictórico permiten asociarla con una etapa de la obra de Alfredo Hlito. Sin embargo, en Robirosa la búsqueda poética conduce a una ruptura entre representación y percepción como apertura ilusoria a otra temporalidad, tal vez metaforizada en la zanja abismal de Picada.
1— Integró en 1957 el grupo Siete pintores abstractos junto a Rómulo Macció, Clorindo Testa, Víctor Chab, Marta Peluffo, Kazuya Sakai y Osvaldo Borda, que desde una abstracción lírica, adhirieron al surrealismo de Phases impulsado por Julio Llinás. Sin embargo, este agrupamiento fue más circunstancial que programático.
2— Jorge López Anaya, “La reconciliación con la naturaleza” en: Josefina Robirosa. Pinturas 1984-1987, cat. exp. Buenos Aires, Ruth Benzacar, 1987 y Elsa Flores Ballesteros, [Presentación] en: Josefina Robirosa. Obras 1989-1991, cat. exp. Buenos Aires, Ruth Benzacar, 1991.
3— Cf. Casanegra, 1997, p. 56.
1997. CASANEGRA, Mercedes, Josefina Robirosa. Buenos Aires, Gaglianone, reprod. color p. 77 y portada.
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