En el marco del Bicentenario de la Revolución de Mayo, el Museo Nacional de Bellas Artes presenta la segunda parte de la exposición Bicentenario: Imágenes paralelas, una muestra dividida en tres períodos que se exhibirán durante el año.
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En esta ocasión se exhibe un conjunto de obras de su patrimonio realizadas entre 1940 y 1980, a través de las miradas de diferentes artistas plásticos y fotógrafos, en un diálogo no premeditado, del que surge una nueva y enriquecedora lectura. Este período estuvo marcado en lo internacional por la Segunda Guerra Mundial, y en lo interno por los cambios sociales introducidos por el peronismo. La fotografía y la pintura reflejan estos acontecimientos. Las calamidades de la guerra manifestadas en la obra de Raquel Forner tienen su equivalente en las fotografías de pacientes psiquiátricos registradas por Alicia D'Amico. Asimismo, la visión crítica de la sociedad y sus protagonistas están presentes en las piezas de Spilimbergo, Saderman, Berni y Heinrich: los rostros enigmáticos y tensos reemplazan las expresiones apacibles, características de los retratos del siglo XIX. Otras obras ineludibles de este período son las imágenes inspiradas en la gesta del Che Guevara, tanto los retratos como las suscitadas por su muerte, plasmadas en la obra de Freddy Alborta y Carlos Alonso. Asimismo, los paisajes inquietantes y sombríos, característicos de las obras de Humberto Rivas y Juan Travnik, reflejan los angustiosos acontecimientos de los años setenta. La censura, el miedo y la violencia que asolaron al país durante la dictadura militar también se manifiestan en la obra de Alberto Heredia, Andy Goldstein, Daniel Rivas y Eduardo Longoni.
Desde otra perspectiva, Raquel Bigio y Facundo de Zuviría trabajan una nueva geometría urbana, en la que aparece un juego de líneas y colores, inexistente en la fotografía de los años anteriores. A su vez, con esta técnica se registró el momento en el cual el artista Nicolás García Uriburu arrojó pintura en los canales de Venecia con el propósito de difundir su mensaje ecologista. Su acción, así como la de otros artistas conceptuales, hubiera pasado a la categoría de leyenda urbana, de no ser por la imagen histórica que inmortaliza el momento.
La fotografía, aún imperfecta, es el testimonio de un acontecimiento, siendo éste su signo distintivo y su esencia.
De este modo, las obras exhibidas permiten una reflexión en torno a los alcances de la fotografía y la pintura en el contexto local, sus especificidades, y la relación entre dos lenguajes estéticos diversos, y a la vez, complementarios.